viernes, 15 de abril de 2011

¿Estamos globalizados o no? pregúntenselo al inútil del interventor de mi sucursal

¿Quién no ha oído hablar alguna vez de la globalización”?

En principio, supongo que el término vendrá de “globo” haciendo alusión al planeta Tierra. Pero me parece que el planeta, o el globo, es algo demasiado grande como para asumir que ciertas cosas son globales. Sería muy fácil poner cuatro ejemplos muy gráficos y representativos, nombrando algunas multinacionales tipo McDonald’s, Telefónica, etc. pero si uno se fija en lo que tiene en sus morros, en realidad no estamos tan globalizados como creemos.

Si quisiéramos que la globalización fuera viable (cosa cuestionable eso de que quisiéramos), tendríamos que empezar haciendo las cosas del mismo modo en una misma zona, cosa que no ocurre. Sin ir más lejos, el primer problema nos lo encontramos en el Bancaja de la esquina (¿o debo decir Bankia?).  Resulta que soy cliente de toda la vida de la misma oficina, la de un pueblo de la provincia de Valencia. Como muchas veces ocurre, todo marcha a la perfección mientras no necesites nada de ellos, pero cuando lo necesitas, una de dos: o te lo solucionan si la cosa no es muy complicada, o empiezan los problemas, como en casi todas las empresas “grandes” de las que uno es cliente. Pues bien, en esta oficina soy un cliente de lo más normalito: una cuenta de ahorros, una cuenta corriente y una tarjeta de débito. Por lo visto, todo irá bien mientras no necesite nada estando fuera de mi pequeño pueblo. Pero claro, por hogareño que sea, no soy una maceta, y tiendo a moverme por lo menos a nivel provincial de vez en cuando. De hecho, mira tú por donde que ahora empiezo a trabajar en otro pueblo a unos 70 km de mi pueblo natal.

Y mira tú que bien, que en ese pueblo a donde voy, también hay una oficina de Bancaja. ¡Qué bien! como soy cliente de Bancaja, pues ahora puedo acudir allí a lo que necesite (y mira que suelo necesitar pocas cosas del banco). Un día va y necesito retirar efectivo del cajero (así lo llaman ellos, con lo fácil que es decir “sacar dinero”). Introduzco la tarjeta, marco el PIN, y voilà, dinero en mano y descontado de mi oficina a 70 km. de distancia ipso facto.

Pero el tiempo pasa, y llega el día en que me caduca la tarjeta, y como en esta entidad me quieren tanto y se acuerdan tanto de mí, me envían otra por anticipado. Como el tiempo pasa para todo, resulta que la tarjeta que me envían es otra diferente a la que tengo (ya no es “tarjeta joven”). Pero ¡qué mala pata!, la que me han enviado entonces no me interesa porque por la web (donde mejor se ven las cosas) he visto que hay otra tarjeta que me interesa más. Me cachis en la mar, que ahora me toca ir al banco a que me la cambien… no importa, un día de estos que trabajan por la tarde me paso y lo soluciono. Porque encima tienen un horario super flexible, sobre todo para la gente que trabajamos y no tenemos todo el día para hacer gestiones. Nótese la ironía en esta última frase, dado que abren unas 6 u 8 tardes al año. Eso por no contar las restricciones de horario que tienen por la mañana para hacer según qué cosas (que si para pagar recibos tienes que ir antes de las 10:30, pero solo los martes de las semanas impares de mes en luna creciente, que si son recibos con códigos de barras tienes que ir al cajero automático…), pero eso es otra historia.

Total, que un día uno saca tiempo (esa suerte tenemos los que trabajamos para el estado) y voy contento, sonriente y con actitud positiva y cordial a la sucursal bancaria de aquel pueblo que no es el mío. Resumiendo: hago la cola, me atiende la cajera, y me dice que para esas cosas de las tarjetas que tengo que hablar con su compañero (el interventor). Nada, otra cola y unos minutos me encuentro hablando con el señor interventor -qué jerga se gastan estos del sector bancario-. Y me dice dos cosas:
  1. No puede anular la tarjeta que me han enviado.
  2. No puede emitir la tarjeta que yo realmente deseo.
Y, ¿adivinan por qué? Pues porque no le sale de los mismísimos. Bueno, en realidad no te dicen eso. Lo que te dicen es que el sistema informático no les deja hacer eso, que tendría que ir a mi sucural. Bufffffff ¿tanto les estoy pidiendo? Me parece a mí que si el sistema informático no les deja, lo que tienen que hacer es cambiarlo., que para eso son una empresa de “reconocido prestigio” con su departamento informático y todo. Pero va a ser que no, que no me lo creo, que el ordenador no les bloquea nada. Que si quieren solucionar algo, pueden. No el conflicto Libio, pero sí anular una tarjeta y emitir otra, digo yo.

Por eso decía antes lo de la web. Todo lo que se puede hacer por internet evita algunos problemas, en este caso los provocados por el inútil del interventor (y digo inútil por que la verdad es que a mí no me resultó especialmente útil).

Al final, tuve que llamar a la sucursal de mi querido pueblo natal, donde la chica que está tras la ventanilla, me solucionó el problema en cuestión de… ¿1 minuto? no, estoy exagerando, realmente fue en 30 segundos. Conclusión: detrás de TODO en la vida hay PERSONAS. Las hay que pueden o no pueden, pero te ayudan, y las hay que te lo dificultan todo de una forma brutal.

Entonces me pregunto (como se lo pregunté al interventor de aquel lejano pueblo): ¿soy realmente cliente de Bancaja? ¿o sólo soy cliente de la sucursal donde me abrí la cuenta hace medio siglo? A día de hoy no lo tengo claro. Lo que sé, y así se lo dije, es que yo había entrado en Bancaja a solucionar algo con Bancaja, no con Mercadona. Yo no quiero que solucione mis problemas con Movistar, para eso ya llamo a Movistar. Quiero que me solucione el problema que me genera Bancaja y para eso entro a Bancaja. Es muy simple ¿no? Pues el inútil este, pese a ser interventor, no lo entiende.